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Columna: Adaptadas a la época

  • 19 Jul, 2019
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Chile es un país que posee una gran diversidad de ecosistemas dada la heterogeneidad climática a lo largo de todo su territorio. Estas características han permitido que el país se desarrolle y presente producciones muy variadas en cultivos agrícolas y forestales. Sin embargo, el cambio climático y las necesidades actuales de un mundo globalizado exigen una mayor competitividad para la agricultura rural y campesina, procurando así la sostenibilidad en sus actividades.

Para hacer frente a los nuevos procesos productivos, sociales, culturales y de cambio climático es que el cooperativismo es de gran importancia como actividad asociativa en la productividad y competitividad nacional. A su vez, promueve la ayuda mutua, la solidaridad, la solución a problemáticas locales, la cooperación y el trabajo colectivo.

La International Cooperative Alliance (ICA) junto a European Research Institute on Cooperative and Social Enterprises (Euricse) se han asociado para crear el proyecto World Cooperative Monitor, el cual establece el primer ranking multidimensional de cooperativas. Éste demuestra la importancia económica de las cooperativas y da a conocer los modelos exitosos e innovadores, entre otros aspectos. Existen más de dos mil grandes cooperativas de 56 países analizadas en la muestra del ranking, que arroja en su distribución por sector económico a las cooperativas de agricultura e industrias alimenticias como las de mayor participación económica. De acuerdo con el ranking, el tamaño de las cooperativas más grandes, según facturación anual, nuevamente el ítem Agricultura y alimentos es el que predomina entre los distintos sectores.

En definitiva, el cooperativismo del sector agrícola y alimentico cumplen un rol fundamental en el desarrollo económico local de los países. Sin embargo, ninguna cooperativa chilena está incorporada en el ranking debido a que no cumple con los parámetros de inclusión, como el tamaño o su facturación anual.

LA EVOLUCIÓN DE LAS COOPERATIVAS

Desde hace algún tiempo hemos escuchado sobre la modernización de nuestras cooperativas o del cooperativismo moderno. Sin embargo, este término no es nuevo en el debate. Las cooperativas surgen en Chile a mediados del siglo XIX, vinculadas estrechamente al mundo del trabajo. Desde entonces se genera un lento pero progresivo crecimiento del sector, hasta que, a mediados de la década del 60 y hasta principios de los 70´, se produce un gran desarrollo, llegando a contar con más de 3.500 cooperativas en funcionamiento y más de un millón de socios (DAES, 2015).

Sin embargo, desde esa fecha hasta principios de la década de 2000, las cooperativas fueron disminuyendo considerablemente en número y socios. A partir del año 2002, con la modificación de la Ley General de Cooperativas, se ha logrado revertir la tendencia llegando a 3.302 cooperativas a nivel país con más de 2.900.000 socios al año 2017 (Subsecretaria de Economía y Empresas de Menor Tamaño, 2018).

Es sabido que las cooperativas se originan por fenómenos colectivistas en respuesta y reacción a la revolución industrial donde el individualismo se acentúa para el aceleramiento productivo y la competitividad de las empresas. Sin embargo, aún se habla del cooperativismo como si fuera un paliativo social en nuestro país y no como un movimiento empresarial competitivo que hace frente a ciertas asimetrías de mercado.

Si comparamos en cifras el desempeño de otros respecto del nuestro vemos que, por ejemplo, en Francia el 50% de los agricultores pertenece a una cooperativa agrícola y en Estados Unidos el 26%, pero en Chile sólo 3,6% de los agricultores esta vinculado a este tipo de organización. Estas cifras advierten que más que un sistema de competitividad parece un sistema de subsistencia. Respecto del aporte de las cooperativas agrícolas al PIB nacional ésta alcanza sólo un 0,15%, muy lejos de lo que aportan en Europa (20% del PIB Europeo).

Pero, ¿cuál es la realidad actual? De los 300.000 agricultores del país más del 90% (cerca de 280.000) son pequeños, y de esos menos del 1% pertenece a una cooperativa vinculada al accionar público, como el INDAP. Éste promueve la asociatividad económica para que se pueda conectar a los pequeños agricultores con los mercados por medio del Programa de Asociatividad Económica (PAE) y reconoce que las organizaciones económicas no son sólo eso, más bien son organizaciones de carácter social y cultural que derivan a lo económico.

OTRA MIRADA SOBRE LAS COOPERATIVAS

Es necesario cambiar la forma de ver a este tipo de organizaciones asociativas, no como organizaciones de carácter netamente social, sino más bien organizaciones que se puedan integrar verticalmente, desarrollando modelos de negocio con énfasis en gestión, productividad, comercialización y capital humano. Éste último es el más importante, ya que se desempeña en toda la cadena de valor.

La transformación de este capital humano no implica únicamente el aumento de las destrezas técnicas, experiencia y formación, también incluye la transformación cultural para un tránsito individualista a uno cooperativista. Una cooperativa moderna tiene sus fundamentos teóricos en la confianza y en la competitividad, es un error pensar que sólo es un movimiento social.

Por otra parte, es cuestionable la teoría de que el movimiento cooperativo se ha visto afectado a causa de la globalización y de la hiper-competencia que se genera por las grandes empresas, es decir que no pueden hacer frente a estos “gigantes capitalistas”. Ya mencioné el caso de cooperativas exitosas en el mundo, que aún sigue globalizado. No por que una cooperativa agrícola esté inmersa en un sistema globalizado y de libre mercado perderá automáticamente sus valores intrínsecos, como la solidaridad, ayuda mutua y cooperación. Al contrario, estos valores son los que le permiten y contribuyen a tener mayor calidad y cadenas de valor y logística más eficientes. Otro error es pensar la globalización como buena o mala y en consecuencia debatir sobre eso. Simplemente está. La tarea es reflexionar cómo el cooperativismo se adapta y compite en este ambiente.

EL CAMINO PARA MODERNIZAR

¿Y qué pasa con las condiciones necesarias para generar más y mejores cooperativas modernas?

Lo primero es incorporar el principio moral de lo que es justo para la toma de decisiones. Por ejemplo, modificar la ley permitiendo votos proporcionales.

Reglas claras. Plan de negocio y estrategia empresarial que defina la forma de cómo serán las capitalizaciones, inversiones, reparto, etc.

Modificación en la Ley indígena que permita los distintos tipos de asociatividad voluntaria entre las distintas etnias. Además de la asociatividad con agentes públicos y privados.

Incentivos tributarios adicionales a los ya existentes.

Profesionalización en la gestión. Generar programas de capacitación en gestión empresarial acorde a las necesidades tecnológicas que hoy demanda la agricultura.

Lo anterior responde a los primeros desafíos que el gobierno y los agricultores deben atender de manera rápida y eficiente. Sin embargo, la tarea no termina ahí. En principio podríamos pronosticar que las cooperativas agrícolas en nuestro país tendrán como tarea suministrar producción a grandes empresas distribuidoras, y en el mejor de los casos tener esa función. El siguiente paso para consolidar un sistema de cooperativas modernas será el fortalecimiento de la intercooperación o cooperación entre cooperativas y flexibilidad en la ley para facilitar la fusión de cooperativas.

Por: Sebastián Vargas Ibaceta, Ing. Agr., Magister en Adm. de Empresas Agrícolas, Académico Escuela Agronomía U. Mayor, Doctorando en Economía Agroalimentaria Univ. Politécnica de Valencia sebastian.vargas@umayor.cl

FUENTE: MundoAgro