“Para Chile (…) revitalizar acuerdos multilaterales es clave en tiempos de incertidumbre en el comercio internacional”.
Chile ha sido un actor central y activo promotor del Tratado Integral y Progresista de la Asociación Transpacífico (TPP). El primer paso se remonta al llamado «P4», acuerdo suscrito entre Chile, Brunéi, Nueva Zelandia y Singapur en el año 2004. Este fue el primer acuerdo transpacífico y siempre se concibió como un punto de inicio para un acuerdo global y ambicioso en el marco del APEC.
El TPP se alcanzó en dos etapas. La primera ronda de negociación se realizó en Santiago, en febrero de 2008. Fue una negociación ardua con propuestas complejas e incluso inaceptables para Chile, que evolucionaron hasta alcanzar un acuerdo balanceado, acorde a los intereses de todas las partes. El tratado, finalmente, se firmó en 2016, pero luego el Presidente Donald Trump retiró a su país del acuerdo y lo dejó en una compleja e incierta situación.
En la segunda etapa, Chile nuevamente ejerció liderazgo y convocó a un encuentro en Viña del Mar en el que los 11 restantes miembros del TPP decidieron recuperar el esfuerzo de años de negociación y dar una señal de compromiso con el libre comercio y las reglas claras y transparentes. Este fue el origen del TPP que finalmente se ratificó en 2018.
Es decir, los últimos cuatro gobiernos se han comprometido con el avance de este proceso.
El TPP está en vigencia para los siete países que ya lo han aprobado. En Chile se discute en el Congreso. Este acuerdo involucra al 14% de la economía mundial y una población de casi 500 millones. Para nuestro país la cuenca del Pacífico es fundamental. El 40% de nuestro comercio exterior se realiza con Asia.
Sin embargo, este acuerdo es esencialmente relevante, pues es el primer pacto plurilateral que después de 25 años actualiza las normas comerciales en ámbitos diversos, como la economía digital; el comercio de servicios; las pymes; la coherencia regulatoria, y en normas ambientales, laborales y de género.
Además, cuando EE.UU. se retiró de las negociaciones, ello relajó algunos temas complejos y se suspendieron más de 20 disposiciones del TPP original, de las cuales 11 correspondían al capítulo de propiedad intelectual. Esto quiere decir que en caso de que EE.UU. quisiera retornar al acuerdo, éstas deben ser renegociadas y de ninguna manera repuestas automáticamente.
El actual debate parlamentario por el acuerdo es un oportunidad para discutir sobre la calidad de nuestra inserción económica internacional, el impulso del desarrollo productivo articulado con políticas de ciencias e innovación, y el rol del Congreso en los procesos de transparencia y evaluación de los tratados de libre comercio.
Para Chile, como pequeña economía exportadora, revitalizar acuerdos multilaterales es clave, más aún, en tiempos de incertidumbre en el comercio internacional. Si no aprovechamos las oportunidades, otros lo harán. No aprobar el TPP sería realmente dispararse en los pies.