La rescató de la quiebra hace 14 años y hoy es la segunda aerolínea de la región. Pero tiene problemas. Hay gente que me conoce que dice que yo consigo venderles hielo A esquimales
Nació en Bolivia, vivió su niñez en Chile, se hizo rico en Brasil y su fama llegó en Colombia. Todo un magnate regional. Así como su empresa más conocida, Avianca, la segunda compañía aérea de Sudamérica y la mayor rival de Latam Airlines.
Pero la vida de Germán Efromovich (68) no es un vuelo placentero hoy en día. Porque ese monstruo aéreo atraviesa por un período de vacas flacas que le trae malos recuerdos a su controlador, quien en todo caso hace tres meses dijo al diario colombiano Portafolio: “Podría venderla, pero no lo voy a hacer”.
En 2005, Efromovich rescató de la quiebra a esta aerolínea y la convirtió en un gigante que en 2014 valía casi US$1.000 millones, según los datos de la Bolsa de Nueva York donde cotiza. Sin embargo, en los últimos cuatro años ha perdido más de 80% de su capitalización. Hoy supera apenas los US$170 millones.
Sus resultados financieros de 2018 fueron reflejo de eso: Pese a que sus ingresos crecieron 10% a US$4.890 millones, sus gastos aumentaron 12,3% a US$4.658 millones, por lo que su utilidad se desplomó 98,6% y sólo alcanzó a US$1,1 millones. Como comparación, su principal competidor, Latam Airlines, dejó atrás sus altibajos pasados y reportó una ganancia de US$182 millones con ingresos por US$10.368 millones.
Hoy, Avianca tiene 190 aviones con una antigüedad promedio de 6,3 años que llegan a 102 destinos, y Latam, 312 naves, con una edad promedio de 6,2 años que llegan a 138 destinos en pasajeros.
Al presentar sus resultados, el pasado 22 de febrero, Avianca anunció un plan para revertir el momento adverso, focalizado en eficiencia y rentabilidad para fortalecer su posición financiera y así “garantizar la sostenibilidad en el largo plazo” , dijo su presidente ejecutivo y hoy mano derecha de Efromovich, Hernán Rincón.
Y el fin de semana dio su primer paso concreto con ese objetivo. Cerró un acuerdo con Airbus para aplazar la compra de 35 aviones A320neo y canceló la adquisición de otros 17 de un pedido inicial de 128. “La decisión hace que el endeudamiento futuro de la compañía se reduzca en US$2.600 millones en los próximos años, lo que representaría una caída del 47% respecto de la deuda actual de US$5.500 millones”, dijo la corredora colombiana Davivienda.
Vaivenes vitales
Los altibajos que ha sufrido Avianca, su compañía favorita de entre la treintena que posee, es reflejo quizás de la azarosa vida de Efromovich.
Hijo de inmigrantes judíos que sufrieron la persecución nazi en la II Guerra Mundial en Polonia, nació en La Paz en 1950. A sus cuatro años, sus padres se mudaron a Arica. Las penurias económicas los obligaron a vivir dos años en un container . “No quiere decir ser miserable. Era una condición apretada, mi primo y yo encima de unos baúles donde había un colchón y mis padres tenían una cama más o menos en el fondo del contenedor”, contó en su entrevista más íntima al diario colombiano El Espectador en 2011. Tuvo dos hermanos. Uno, José, lo acompaña en el directorio de Avianca.
Su estadía en Chile, donde como adolescente vivió el Mundial de 1962, lo hizo un “patiperro”. Su padre, tras afirmarse económicamente, tuvo un negocio de importación de ropa en Arica y era representante de las máquinas de escribir Remington. “A veces me quedaba solito en el negocio”, recuerda Efromovich sobre el origen de su bichito comercial.
En 1964, la familia partió a Sao Paulo, Brasil. Un año antes de dejar la secundaria ya vendía la Enciclopedia Científica Time Life en sus tiempos libres. “Hay gente que me conoce que dice que yo consigo venderles hielo a esquimales”, contaba él mismo en 2011. Ya en la universidad abrió una escuela de validación de estudios para adultos, donde él era profesor, contador y secretario. Al venderla, cuenta que tenía 60 profesores y 1.500 alumnos. Incluso dice que por esas aulas pasó Lula, el expresidente hoy preso por corrupción.
A fines de los 60, se graduó de ingeniero mecánico en la Universidad FEI de Sao Bernardo do Campo. Con el título en mano, ya casado con Hilda, su esposa brasileña hasta el día de hoy, y 358 dólares partió a Nueva York. Lavó platos en hoteles de lujo para mantenerse al tiempo que se reunía con ejecutivos en citas matinales para venderles máquinas de rayos X para detectar filtraciones en tuberías.
Le fue regularmente bien. Pero volvió a Brasil, donde en 1976 partió trabajando en el grupo suizo SGS. Allí conoció el negocio petrolero y creó empresas de servicios que eran proveedoras de Petrobras. Incluso le llegó a arrendar plataformas de extracción. Una de ellas se hundió, tirando por los suelos su negocio.
Con el dinero que rescató vio una oportunidad en la aviación de pasajeros y puso en marcha la aerolínea Ocean Air, que nació en 1998 como un taxi aéreo para dar servicios a las petroleras en el estado de Río de Janeiro. Bajo ese paraguas, en 2004 se hizo del control de Avianca, que estaba bajo la protección por bancarrota junto a la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (dueña de Juan Valdez). La reestructuró y el 2010 la fusionó con la salvadoreña Taca. En 2014 transformó Ocean Air en Avianca Brasil, que con la Avianca original sólo compartían el nombre y el dueño, pero funcionaban de manera independiente. Esa compañía fue la fuente de sus problemas, pues el año pasado se declaró en quiebra, y el 11 de marzo su rival Azul, línea low cost del grupo internacional JetBlue, dijo que comprará sus activos y licencias.